J.H. ensayó andar en múltiples rutas. En cada una de ellas reunió reflexiones y las puso por escrito suponiendo con inflado narcisismo que interesarán a algún remoto lector.

En torno a J.H 

Escribir una autobiografía no es sólo un ejercicio narcisista. Es algo más: conlleva la creencia de que el mundo y sus criaturas han sido creados sólo para justificar la existencia del retratado.  Vacía afirmación que priva al sujeto de esa terminal y modesta finitud que es la raíz  de toda reflexión – incluso amarga y contestataria-  sobre los cursos de la vida. Sin la muerte no habría verdadera reflexión.

De aquí  que J.H.  hablará en tercera persona sobre J. H.  Desde lejos para mejor acercarse. En sus últimos años para recuperar los tiempos transcurridos. Y le añadirá episodios, reflexiones, ritmos, conforme su finitud se torne infinita...

Los documentos dicen que nació un 23 de julio en Buenos Aires. ¿ Por qué " dicen "?  Porque su padre no era demasiado prolijo en la contabilidad de los plazos que el registro civil argentino concedía para anotar a nuevas criaturas.  Entonces cambiaba las fechas para evitar sanciones o regaños.  Con sus hermanos menores también actuó así y-  también – de otra manera. Recordaba las fechas sacralizadas por la Nación, y en ellas los inscribía.  En este caso no influía su desprolija conducta sino un cálculo de largo alcance: tal vez, naciendo en fechas patrias,  sus hijos serán liberados de un fatigoso servicio militar.

Su selectiva memoria no le facilita el recuerdo de sus primeros años. Ninguna huella en Buenos Aires. A los dos años sus padres llegaron a Córdoba, ciudad mediterránea que ofrecía frescas oportunidades a los migrantes.  J.H. sospecha que su madre se impuso: no toleraba a la suegra y tía  Regina. Episodios de su infancia se apuntarán más tarde cuando las células de la memoria empiecen a inquietarse. 
J.H. ensayó andar en múltiples rutas. En cada una de ellas reunió reflexiones y las puso por escrito suponiendo con inflado narcisismo que interesarán a algún remoto lector. 
Los trozos que se anotan, escritos en diferentes estaciones de la vida de J. H., aportan evidencias a su medular convicción: la esquizofrenia no es una dolencia:  es una virtud.
Joseph Hodara
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